No voy a escribir de mí porque siempre, aunque no sea conveniente, me reservo mi historia.
No voy a hablar de mi sino de un hombre, un hombre desarreglado, sucio, despeinado. Un hombre de letras y fuerza cuando el pulso le tiembla al repartir sus ejemplares en un subte.
A este hombre lo encontré sin mirar, lo sentí pasar, rozo mi espalda con un cuadernillo verdoso y algunos celestes.
Sus libros, pequeños y enormes libros, reflejan muchas cosas del hombre que a pesar de ser un vendedor de la calle tiene todas las palabras en su haber, el las conoce todas.
Una mujer sostuvo un ejemplar mientras el iba y venia por un vagón, yo lo leía sin que ella me viera, me interesaba saber que era eso que valía tres pesos.
Cuando el volvió a pasar por detrás le compre uno, uno de los verdosos. Según el, El Primer Ejemplar Editado.
Me cuenta que nació en 1936, y como me encantan las historias de la calle, lo escucho atentamente. El sigue explicando que estudio mucho, demasiado nunca, dijo. Teatro, letras, ensayos, maneras y maneras de escribir.
Este hombre escabroso de la vida vendió ya 22.000 ejemplares de sus poesías, este hombre se llama Eduardo Rodríguez Bermejo y escribió esto:
Tiempos y Espacios:
Ha llegado al tiempo actual:
Las aguas divisorias.
He cruzado el Rubicón.
Fui hasta La Meca.
De Budista Zen
A barrillero
Todo lo hice
O lo empecé.
Fui cancerbero.
Busque aguas termales
Mar adentro
Y no me atrevía a ir
Hasta la costa.
No soy buen juez
De mi persona.
Alguien tendrá que hablar
Por mí: mostrar mi esfuerzo.
Mil horas evasivas…
Todo fue necesario.
Lo sé.
Hasta la huida…
Había que preservar
El centro;
La noción inconclusa
Y hasta la espada
Con la que debí romper
El Nudo Gordiano.
Lo peor de mi cautiverio
Fue tener siempre
La llave de la celda
En mi bolsillo…
Cecilia
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